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martes, 30 de agosto de 2011

SALINAS DE HORTALES



El amigo Amarillo, que siempre anda buscando rincones interesantes, me propuso visitar las salinas de Hortales (Prado del Rey, Cádiz). Y no lo dudé porque, una propuesta de ruta, es como unirse el hambre con las ganas de comer.
He cogido el tren de cercanías ( ya se me están pegando las cosas del viajero Pepehidra), a las 6 de la mañana, rumbo a Jerez. Allí hice trasbordo al coche de nuestro amigo  y tomamos camino de la Sierra de Cádiz. Esta vez nos acompañó su hijo Pablo.





El tramo de Arcos hacia El Bosque me trajo recuerdos de mis inicios ( hace un porrón de años)  en esta maravillosa afición de senderista, caminante o como quieran llamarla. La Sierra de Grazalema siempre era nuestro objetivo. Nos desplazábamos con el R-4 de Andrés. El trayecto se hacía larguísimo.


Estas salinas de origen fenicio, deben su existencia a unos manantiales próximos, de los que sale agua de manera constante durante todo el año, a una temperatura media de 25º, con un contenido salino de 28 g/l.



El amigo José Antonio nos guió por unas instalaciones que son totalmente artesanales.
 Este es el nacimiento que aporta el agua a las salinas.

El carácter salobre de estos manantiales se debe a que el agua atraviesa, antes de aflorar, materiales triásicos de naturaleza margo-arcillosa ricos en yesos y sales solubles. En otras rutas por la provincia he encontrado otros afloramientos de aguas salobres (Paterna y Puerto Real).

Este agua posee también naturaleza ferruginosa.

Las salinas de Hortales son una de las últimas salinas de interior que se mantienen en funcionamiento en Andalucía; su actividad está documentada desde el siglo XIV, en el reinado de Alfonso XI, pero se deben estar explotando desde mucho antes, como lo atestigua el poblamiento de Iptuci, que data de la Edad del Bronce, y que se ha mantenido en época púnica, romana y musulmana, y que, lógicamente, aprovechaba estas salinas.
El agua se canaliza mediante un pequeño acueducto. En otras épocas se utilizaban canales fabricados con madera. Todavía se conserva uno.
La halita y el yeso son las especies que encontramos en este yacimiento como es lógico. Cabe destacar los yesos de neoformación que aparecen formando grupos muy bonitos.

La flor de sal que se produce en la superficie de los cristalizadores de las salinas tradicionales marítimas, también se obtiene en esta salina de interior (no tiene nada que envidiar a las otras). Las más afamadas se producen en las salinas de Cádiz y Huelva, tanto en el Parque Natural Bahía de Cádiz (San Fernando) como en Isla Cristina. Este tipo de sal se recoge rápidamente tras su cristalización para que el cristal formado sea inferior a 3 milímetros. Este cristal es secado al sol y al viento. Limpio se envasa directamente sin tratamiento adicional alguno. Es demandada por los mejores cocineros.



Recogerla es complicado porque el proceso de cristalización se produce en la superficie del agua al amanecer. La recolección se lleva a cabo sólo los días que no sopla el viento para evitar que el grano de sal se vaya al fondo y se hace manualmente con una pala. Tiene un sabor inconfundible y una propiedad única como sal: por mucho tiempo que pase no se apelmaza y se mantiene con sus propiedades intactas.
Una miradita al entorno no está nada mal.
El agua se lleva a unas piscinas que hacen el papel de depósitos. Desde allí se distribuyen por los cristalizadores. Es el lugar donde el Sol y el viento hacen su trabajo.
En esta salina todo el trabajo es totalmente artesanal.






J.Manuel y Pablo no pierden detalle de la visita.

Después de recorrer esta salina que se encuentra a pleno rendimiento, nos acercamos a otra zona donde pudimos observar otros afloramientos. Por los restos que vimos, allí hubo actividad salinera en otro tiempo.
 Curioso el paisaje que construye la sal.
 El agua brotando
 Restos de antiguas canalizaciones.


Construcción de gruesos muros. Parece un depósito de agua.
Arroyo Salado

 El agua corre formando el Arroyo Salado

 El paisaje me resultó espectacular con estas petrificadas cascadas de sal.
Thapsia de enorme tamaño

Cristalizadores abandonados y detalle del suelo empedrado.
estalactita de sal
Otra miradita

José Antonio, el salinero, nos invitó a conocer su casa situada en las cercanías.

 Nos enseñó este antiguo artilugio (una especie de prensa) que utilizaba su abuelo para fabricar un queso de sal, que era una de las formas como la vendían. El sello de madera imprimía el nombre de la salina.
Salinas Raimundo


El sello de otro salinero: Francisco Guerrero
 Entre la bruma, las cumbres de la Sierra de Grazalema.


Un antiguo palomar.

Desde aquí fuimos a la venta Los Molinos. Allí, dimos buena cuenta de unos molletes con jamón que supieron a gloria.
 En este lugar, podemos disfrutar de un baño en piscina de agua salada de manantial.

Desde la casa,  esta es la vista de El Cabezo de Hortales. Aquí están las ruinas de Iptuci. Por supuesto  que no perdimos la ocasión de echarle un vistazo a sus viejas murallas (en la siguiente entrada daremos cuenta de la visita).

Datos de interés: salinasromanasinterior@gmail.com
                         Teléfono  639467512