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sábado, 11 de septiembre de 2010

CAMINO POR LA ORILLA DE LA BAHÍA

Esta mañana, sabiendo que la marea estaba baja, decidí dar mi paseo (casi diario) por la orilla de la Bahía de Cádiz. Hacía una brisa muy agradable; la temperatura ideal. Así que me dirigí, en el autobús urbano, hasta la última parada de la Zona Franca.
 En las cercanías de los depósitos de agua, a la altura de Cortadura, se inicia una ruta paralela a la vía del tren. Llega hasta el saco de la bahía. Me esperan varios kilómetros de orilla ( vegetación, aves, salinas, molinos de mareas,  marismas,...)
Me cambié de calzado y me eché al agua con unas zapatillas especiales para andar por las rocas (las compré en una gran superficie dedicada al deporte). Aunque mi deseo era haber comprado las típicas "carajillas" de goma que usan los mariscadores (estaban agotadas).
Esperaba encontrar fango, pero no fue así. Se caminaba perfectamente y además con los pies en remojo.

Nada más empezar me encuentro a un mariscador. Cogía navajas.Le estuve preguntando y me invitó a que probara cómo se hacía.
Por lo que me dijo, se dedicaba a este menester sabiendo que estaba prohibido.



 Lo hacía por necesidad ya que se encontraba en el paro.
 Utiliza una varita metálica que  introduce en el agujero que deja el animal.
Abajo y a mano derecha, aparece el pie del mariscador calzado con una  carajilla (la que yo buscaba).
La pradera de algas quedó a la luz con la marea baja.
Encontré gran  cantidad de huevas adheridas a las algas.

Aquí podemos observar las pequeñas larvas en el interior de las cápsulas.
Me llamó la atención esta pequeñísima almeja que camina sobre el fango dejando un surco.
Lo hacía muy lentamente, como es de suponer.

Este es el habitáculo de las apreciadas  "gusanas" que los pescadores utilizan como cebo.

En las cercanías de Santibáñez  aflora un terreno rocoso.
Una red esperando la subida de la marea.

Tuve que dejar la orilla porque el fango me atrapaba.
Espartinas
Santibáñez es una pequeña playa que sirve de refugio para numerosas embarcaciones.Las edificaciones están protegidas  por un muro de piedra ostionera.
En esta parte del recorrido me asombró la cantidad de  cangrejos violinistas que correteaban entre las espartinas. Son conocidos popularmente como "bocas de la Isla". Sólo se recolecta, para el consumo, su enorme pinza. El macho la utiliza para atraer a la hembra realizando rítmicos movimientos. Son característicos los agujeros donde se cobijan y las  bolas de fango que extraen.

Seguí caminando por una pequeña playa arenosa. Unas chumbas viven prácticamente en la orilla ( no sé como admiten el agua salada).
Al poco tiempo llegué a lo que fue la salina Preciosa y al molino de mareas Arrierillo.

Aquí decidí volver. Atravesé la salina y me dirigí al camino cercano a la vía del tren y que lleva otra vez a Santibáñez.

 La marea estaba ya alta. Toda la planicie por donde había caminado estaba ya cubierta de agua. Tuve que cambiarme de calzado y coger por el camino superior de albero.. Quedaban unos cuatro kilómetros a Cádiz. Calor, hambre y sed. Se alivió todo con la amigable charla que tuve con un cañailla (natural de San Fernando). Me acompañó hasta el final. Aficionado a la Historia, me comentó todo lo relacionado con la celebración del Bicentenario de las Cortes de Cádiz y la implicación de San Fernando en ese evento.

En la próxima entrada, hablaré de lo negativo que encontré. No quiero estropear hoy los buenos momentos que pasé, en las cinco horas que estuve "perdido", por este entorno privilegiado, del que espero podamos seguir disfrutando durante muchos años.

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