Páginas

lunes, 24 de octubre de 2011

AL PIE DEL TAJO DE RONDA



El día se presentaba atractivo: visitar una ciudad, con tanto sabor como Ronda, y luego, hacer un recorrido al pie de su famoso tajo. Sólo las predicciones meteorológicas (amenaza de lluvia), ponían un «nubarrón» en nuestro camino.
 Antes que amaneciera, empezó a tronar, y cayeron algunas gotas de agua. Así que preparé el capote y el «condumio» y me dirigí «a patitas», hacia la estación de ferrocarril, por el camino amarillo (tenía ganas de andar con la buena temperatura que hacía a esa hora).


 La amenaza del tiempo no hizo mella en los caminoluneros. Cuando llegué, ya estaba todo el personal en animada charla en el andén.

 


  El tren, procedente de Algeciras, llegó puntual. En un abrir y cerrar de ojos ya estábamos todos colocaditos, con el asombro de los pasajeros ante semejante avalancha (superamos el centenar) de senderistas de todas las edades.






El viaje se hizo rápido (3/4 de hora). Nada más llegar, y mientras echábamos una miradita de reojo a los amenazantes nubarrones, ya empezó el runrún de dónde íbamos a tomar el cafelito con los famosos tejeringos rondeños.









Una vez que apareció el guía y que nos diera unos detalles de la ruta, nos drigimos hacia la bonita plaza de la Alameda del Tajo que hace de gigantesco balcón sobre el impresionante tajo. Allí nos tomamos la foto de rigor con toda la gente.











 pinsapo (Abies pinsapo)


 Tejo (Taxus baccata)

Este árbol de apariencia discreta es uno de los que más influencia ha tenido en la historia de Occidente. Se ha utilizado,desde tiempos muy lejanos, por la dureza de su madera en la fabricación de armas y otros utensilios.
Sus virtudes curativas son conocidas desde hace milenios. El emperador Claudio publicó un edicto en el que señalaba al tejo como el mejor antídoto contra las picaduras de ofidios.
Todas las partes del tejo, excepto la carne roja de las bayas, contienen taxina, un potente alcaloide. Julio César cuenta que Catuvalcus, jefe de los eburones, se suicidó con una infusión de tejo.

Estos árboles singulares podemos encontrarlos en la Sierra de las Nieves.

A continuación, nos desperdigamos, en busca  de los susodichos tejeringos (es una tradición cuando se visita Ronda).Y quedamos, en el mismo lugar, para el inicio andariego.

 Lo primero que hicimos fue dirigirnos a  los miradores, desde los que se observa un panorama esplendido del tajo de Ronda y de las montañas del macizo de Libar, alineadas junto al río Guadiaro, del que es cabecera el río Guadalevín,  responsable del cañón que divide a Ronda en dos partes.
 Fuimos bordeando toda la balconada, hasta llegar a la llamada Puerta de los Molinos, visualizando, a vista de pájaro, la ruta que íbamos a realizar.

La  huella musulmana en Andalucía es palpable en el mosaico de árboles frutales, acequias y huertos.



Camino ascendente que más tarde tomaríamos y que lleva hasta el Puerto de las Muelas.

 A la derecha, y formando un arco, las murallas medievales.
 El río Guadalevín y la Central Eléctrica




 La llamada (con perdón) "Picha del Moro"  es un monolito pétreo donde abundan los fósiles marinos

Desde este mirador, nos dirigimos hacia los jardines de Blas Infante. Pasamos por la antigua plaza de toros.



 Llegamos a las cercanías del Puente Nuevo (1793)




 Comenzamos a descender por un amplio camino empedrado, rodeados de almendros (este lugar en primavera debe ser fantástico).


 Antirrhinum majus (escrofularia)




 Encontramos restos de una casa, situada en un lugar privilegiado.
 Desgraciadamente, estos lugares no son cuidados. En poco tiempo no quedará nada, para vergüenza de todos.




Desde este mirador natural podemos admirar el Puente Nuevo (obra maestra de ingeniería de su tiempo, inaugurado en el año 1793, después de más de 40 años de trabajos. Tiene una altura de 98 m y en su interior se puede visitar el centro de interpretación de este magnífico monumento, símbolo de la ciudad de Ronda) y el desfiladero por donde corre el Guadalevín, además de las impresionantes cornisas donde se asienta la ciudad.

 Luego, continuamos por una sinuosa cuesta denominada  «del Cachondeo» .


  Fruto de la erosión sobre los materiales geológicos más blandos, destaca la curiosa Asa de la Caldera.

Nos topamos con murallas medievales y con el llamado Arco  del Cristo de verdadera factura árabe, muy parecido a nuestro jimenato  Arco del Reloj.

También llamada Puerta de los Molinos que da pie al fondo del Tajo por donde pasaban diariamente agricultores, faeneros y vecinos a trabajar en los molinos y almazaras. Está compuesto por tres arcos: dos de herradura, a los lados, y uno de medio punto. Se le da el nombre de Arco de Cristo por una capillita incrustada a la derecha de la puerta, donde los trabajadores tenían a su santo el Cristo Crucificado, alumbrado diariamente por una lamparita de aceite hasta 1955 cuando el abandono de estos lugares es inminente.
El camino prosigue bajo el Arco del Cristo hacia los derruidos molinos de harina, que fueron abandonados tras un terremoto acontecido en 1917, en el que murieron dieciséis personas.


Nosotros seguimos por un sendero (pasa por un hueco de la muralla) y que nos llevó hasta las cercanías de la central eléctrica.


  Aquí nos encontramos unos enormes nogales y un par de molinos restaurados.


Pronto vadeamos el río por un puente y nos encaminamos a la Hoya del Tajo, donde proliferan las casas de labor.




El siguiente hito es la casa de Luís o Huerta de la Torre, muy peculiar por la torre de piedra adosada a la misma, donde igualmente podemos ver una hornacina que vela una imagen de la virgen de la Inmaculada, en cuyo honor se celebraba una romería en el mes de mayo.


El camino sigue en leve ascenso hasta el Puerto de las Muelas, desde donde podemos apreciar en toda su magnitud el Tajo de Ronda, la Hoya del Tajo y el barrio de San Francisco.












 Unas tablillas señalizadoras nos indican el camino a seguir. En este punto, descansamos y repusimos fuerzas, bajo el cobijo de los pinos. La lluvia arreciaba cuando el final del recorrido estaba a nuestro alcance (menos mal).
Aquí la vegetación cambia y da paso a los pinos, retamas, tomillo,...

Finalmente, nos dirigimos a la estación de ferrocarril, bajo un fuerte aguacero. Desde aquí, los caminoluneros, volvieron a desperdigarse en busca de saborear algunas tapitas.







El tiempo mejoró. A la hora de la partida, el Sol, empezó a asomarse tímido entre las nubes...

No hay comentarios:

Publicar un comentario