CETRERÍA Y CAZA MEDIEVAL
Cetrería : El arte de dar caza a animales silvestres mediante el uso de Aves de Presa entrenadas para ello”. En la Península Ibérica, este noble arte fue introducido por los pueblos germánicos que llegaron del norte (los visigodos), que practicaban la caza o modalidad del bajo vuelo con Accipiteres (es decir, con Azores y Gavilanes) sin caperuza. De hecho el vocablo “cetrería” tiene que ver con el azor, ya que “azor” deriva del latín “astur” o asturias que significa tierra de azores (en referencia a los famosos azores asturianos) y la palabra “cetrería” de “acetrería” que no es otra cosa que el término medieval con el que se designaba al “acetrero” o “azorero” que practicaba el bajo vuelo.
Posteriormente con la invasión musulmana, llegaron los halcones y la introducción al uso de la caperuza, que es indispensable para el comienzo del adiestramiento de estos y que con su uso los árabes perfeccionaron, favoreciendo que los Halcones se utilizaran más que los Azores. Durante la edad media, la cetrería, que en un principio fue concebida como un medio de subsistencia, siendo empleada por las clases bajas para obtener alimento capturando animales mediante el uso de rapaces, fue pronto absorbida y quedó relegada al uso exclusivo de la nobleza y de las clases altas de la sociedad que vieron en las aves nobles una peculiar forma de destacar su rango social y de practicar una forma exclusiva de caza. Puede decirse que esta época fue la más importante, ya que durante la edad media resulta casi imposible marcar algún hecho histórico en el que no se mencione de algún otro modo a las aves de cetrería. Así, cabe resaltar el hecho de que el precio por la independencia de Castilla fue un Azor. También en el poema de Mio Cid se narra que, en el momento de partir para el destierro, el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar ‘El Cid’ lloró ante la pérdida de sus preciadas aves soltadas antes de su destierro.
Las cruzadas fueron un evento importante para la cetrería al igual que otras batallas, ya que en éstas se desarrollaban treguas para que los nobles pudieran volar a sus halcones, inclusive si alguno de esos halcones era capturado o se posaba en territorio enemigo el rescate para ponerlo en libertad podía ser superior al precio de 500 prisioneros. Son muchos los monarcas aficionados a la cetrería ya que entonces era un deporte de la nobleza, algunos como los Reyes Católicos, y Alfonso X ‘El Sabio’ quien recomendó en sus famosas ‘Partidas’ la caza y la cetrería como actividad más adecuada para los reyes y nobles.
En aquellos días, el tipo de halcón, que portaba un hombre en su muñeca cuando iba de caza, denotaba su categoría o rango. De tal manera que un rey llevaba un halcón gerifalte; un conde, un halcón peregrino, un burgués hacendado, un azor y un sacerdote, un gavilán; los peones cazaban con aves de presa, para llevar alimento a sus casas, aunque esto estaba prohibido por los reyes.
Hacia finales de la edad media, el arte de la cetrería empezó a declinar coincidiendo con la aparición de las armas de fuego, aunque no desaparecería hasta el siglo XIX, donde solamente sería practicado en grupos pequeños en Alemania, Portugal, el Reino Unido y Francia., desapareciendo por completo hasta el siglo XX en la mayoría de estos países, excepto en el Reino Unido.
El libro de la caza de las aves, de Pero López de Ayala; el Libro de cetrería de caza de azor, de Fadrique de Zúñiga; y el Libro de cetrería, de Luis Zapata, son algunas de las obras medievales sobre cetrería más importantes de la historia de este arte. En el siglo XIV el infante de Castilla Don Juan Manuel, señor de Peñafiel, escribió el libro de la caza, basado principalmente en la cetrería árabe.
Si la cetrería tuvo una época dorada, desde luego esa fue la Edad Media. A lo largo de los 1.000 años que abarca este período histórico, y en especial lo que se conoce como la baja edad media, más o menos desde el siglo X hasta el XV, la caza con halcones y azores disfrutó de su mayor auge y difusión.
No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se inició la cetrería en Europa. Lo que sí es cierto es que los pueblos germánicos la practicaban y le tenían un gran cariño y aprecio a sus aves de caza. En las Leyes Burgundias otorgadas bajo el reinado de Gundobad (500 – 505 d. C.) la pena por robar una ave de cetrería era que el ladrón debía de dar seis onzas de carne de su propio pecho para alimentar al ave, o en su defecto pagarle al dueño seis sueldos y pagar, además, una multa de otros dos. A decir verdad, las leyes medievales sobre las aves de cetrería eran terribles para los que las infringían.
En el Fuero viejo de Castilla se cuenta una fazaña en la que un hombre mató un azor que le robó una gallina, y le costó a él la vida: Esto es por fasannia de don Diago Lopes de Faro: andaua a caçar en Bilforado e vn astor en Varrio de Vinna tomo vna gallina. Et vino el gascon e mato el astor, e mandol’ don Diago prender et asparle en un madero; epusieron le al sol aspado e que souyesse y fasta que muriesse.
Este Libro de la Caza, escrito por el que fue el autor más culto del siglo XIV español, está considerado como la primera obra en castellano sobre cetrería y destaca por su gran belleza literaria, de estilo orientalizante y lenguaje culto pero ameno. Además, no sólo nos muestra las técnicas utilizadas para adiestrar al halcón o las diferentes formas de caza, sino que también nos da numerosos datos sobre la vida cotidiana durante la Baja Edad Media.
Pero en la Edad Media todo no era tan cruel, como se nos hace creer, y la cetrería tenía su aspecto amable y cortés, pues la cetrería no era una actividad que practicara un cazador en solitario. Si creemos a don Juan Manuel, y no hay motivos de dudar de su veracidad, para hacer buena caza y cumplida eran necesarios dieciocho halcones (Libro de la caza, cap. XI, final), lo cual suponía un buen número de gentes además de los cazadores, halconeros, ojeadores y otras compañas, entre las que se encontraban las damas, pues éstas también gustaban de cazar.
Estas partidas de caza favorecía encuentros amorosos. O, como ocurre en la Celestina, la huída del halcón de Calisto, propicia que éste entre en la huerta de Melibea y la conozca y se enamore de ella. De esto más sabemos por la literatura que por la historia, como, por ejemplo, de cómo pasaba el día una dama francesa en el siglo XV, Jean de Bellengues, dama amiga de Pero Niño, de quien se nos cuenta en El Victorial que: "Desde que se levantava de dormir, iva a cavalgar, e los donzeles tomavan los gentiles, ella tenían conçertadas las garzas. Poníase la dama en un lugar, y tomava un falcón gentil en la mano. levantava[n] los donzeles, e lançzva ella su falcón tan donosamente e tan bien que nonpodía mejor ser. Allí veríades fermosa caza y gran plazer; allí veríades nadar canes, e tañer atanbores, e rodear señuelos, e damiselas e gentiles-honbres por aquella ribera, aviendo tanto plazer que se non podría dezir."
La cetrería fue un deporte, por emplear un término actual, que era básico en la educación de todo caballero medieval. Todas las obras medievales que tratan de la educación de los caballeros, nobles y príncipes hablan del papel fundamental que juega la caza en su educación. Para el Príncipe don Juan Manuel, según nos cuenta en su Libro de los Estados, era tan importante como las lecciones de gramática, por lo que el joven noble debía pasar la semana “eyendo salvo el día del domingo … [que] no se deve ni leer ni ir a caza. Esta educación se impartía a los nobles desde la más tierna infancia, y así Juan Manuel dice que si fuere de hedat que pueda andar a cavallo et sofrir la fortaleça del tiempo, non deve dexar, por fuerte tienpo que faga, de ir a caça en cavallo [...] et quando andudiere a caça, deve traer en la mano derecha lança o ascoña o otra vara; et en la isquierda deve traer un açor o un falcón. et esto deve fazer por acostumbrar los braços: el derecho, para saber ferir con él, et el isquierdo, para usar el escudo con que se defienda [...] et deve poner espuelas al cavallo, a vezes por lugares fuerte, et a vezes por llanos, por que pierda el miedo de los grandes saltos et de los lugares fuertes et sea mejor cavalgante.
Pero, como con todo lo humano, hubo abusos. No en vano, el rey Alfonso X en una de sus Cantigas de Santa María llegó a decir que la caza era uno de los mayores vicios. Hasta tal extremo se llegó que, a mediados del siglo XV español, un descnocido autor llamado Evangelista escribió una fortísima sátira sobre la cetrería, tanto de cazadores como de sus aves. A principios del siglo siguiente un escritor aragonés, Fernando Basurto, publicó un librito titulado Diálogo del cazador y del pescador (Zaragoza: George Coci, 1539) en el que recriminaba a un joven cazador de azor por su malhadada actividad, de la que no sacaría nada bueno. Además, que castellano no recuerda cómo obtuvo la independencia el conde Fernán González del rey de León, por el deseo de tener un azor y un caballo, Castilla obtuvo su independencia de León, tal y como lo narra el Poema de Fernán González.
CAZA MEDIEVAL
La caza fue una de las distracciones favoritas de los soberanos, de sus cortes y de la aristocracia. Era diversión y ejercicio principal.
Abundaba la caza mayor, que se realizaba a caballo, con lanza y con perros, criados y escuderos. Los jabalíes se cazaban con lanza desde el caballo. El origen de la caza mayor se remonta a los tiempos remotos, pero el de la cetrería sería medieval en lo que se refiere, al Mediterráneo y a las regiones de Europa.
La evolución natural de la caza sería: desde la montería o caza de fieras a la caza de aves o cetrería. Lo común era que se les preparase un andamiaje desde donde podían contemplar el desarrollo de la cacería.
Con el tiempo, la legislación ampliando los derechos señoriales les dio en exclusiva el derecho de cazar en los montes y de perseguir a las fieras // -caza cortesana. -a caballo, con lanza y perros. -jabalíes, ciervos y osos. -cetrería con halcones, águilas..// -zonas de caza exclusiva: -solo los nobles cazaban. -acompañados de monteros, ballesteros y halconeros.
Como la cetrería era muy minoritaria, debido al alto coste de mantenimiento de halcones peregrinos, alcotanes, esmerejones, azores y gavilanes, la montería con “grandes lebreles” sobre osos, jabalíes, venados y lobos alcanzó un puesto dominante durante el Medievo. Especial relevancia tenía la caza del oso en el reino de Asturias, pues éste se rastreaba con perros y ojeadores hasta que le acorralaban los lebreles y era abatido a ballestazos.
Respecto a las armas de caza, en el siglo IX a los naturales de la isla de Mallorca se les atribuye la invención de las ballestas.
En 1180 el Rey Sancho VI de Navarra mandó redactar el “Código de Monterías”.
En el año 1255 el rey Alfonso X el Sabio, promulga “el fuero real” en cuyos apartados 16 y 17 se ordena “no se tomen los animales salvajes mientras el cazador vaya tras ellos”. Escribió una obra titulada “Código de las Siete Partidas” en la que cabe destacar “la caza es el arte o sabiduría de guerrear y de vencer”. Tanto en el Código como en el Fuero de Soria, la fauna de caza, en terrenos de propiedad privada, pertenecía al dueño de la finca.
El evento estaba organizado por la Asociación Gaditana de Cetrería y se ha celebrado en Conil, en el paraje denominado Conilete.
Me he levantado temprano (el inicio estaba previsto a las 9 de la mañana). En el trayecto comprobé que el tiempo había cambiado radicalmente.
Aunque el viento deslució en parte los actos celebrados, disfruté de una bonita jornada.
Por las cercanías, algunos cazadores, recorrían los vacíos campos.La calma y lo soleado del día anterior habían cambiado radicalmente. Fuerte viento de levante y cielo nublado era lo que encontré al llegar a Conil.
Libreros, y algunos artesanos relacionados con esta afición, se dieron también cita.
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