Después de una larga caminata por una pista forestal que discurre por la Loma del Cochino, nos desviaremos a nuestra izquierda al llegar a unas cabrerizas. Seguiremos por un camino trazado cerca de una alambrada que nos conducirá a la cresta de una enorme laja inclinada y muy fácil de recorrer en sentido descendente.
Enormes grietas acogen una exuberante vegetación con ejemplares exóticos y raros como el rododendro y el psilotum nudum.
La erosión del agua ha dejado pequeñas pocetas en las que, después de la lluvia, se desarrollan pequeños escarabajos y curiosos camarones que dan lugar a pequeñas islas de vida en lo más abrupto de la enorme laja.
El río Salado atraviesa la gran roca de arenisca formando pequeñas cascadas esacalonadas. Al final se transforma en una fría y profunda charca.
Mi padre, un sampableño que ronda los 94 años de edad, siempre me hizo comentarios de este lugar. Lo conoció cuando formaba parte de una hato de corcheros hace cerca de 75 años.
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