lunes, 28 de noviembre de 2011

PEÑA ARPADA II (LA SUBIDA)

En el km.10 de la carretera Paterna de Rivera-Alcalá de los Gazules , destaca una elevación de roca caliza  sobre terrenos de labor.
 Es un otero protegido por su abrupta orografía. Ha sido un lugar seguro para numerosos pobladores que controlaban los pasos naturales y las tierras que lo rodean. Los restos encontrados indican que ha estado ocupado desde hace muchísimo tiempo.Además, fauna y flora, han encontrado un lugar adecuado en esta especie de isla .




El recorrido
Nada más  iniciar el paseo, por la cañada Mantiagana, nos encontramos una suave  subida y el pedregoso cauce de un arroyo, que tiene la cualidad de que sus aguas son saladas. Es una zona donde afloran rocas de yeso.Y como ocurre en otros lugares, con las mismas características, que hemos visitado, siempre encontramos un denominado arroyo salado.

 yesos de color salmón y traslúcido
  
 Abundan también las ofitas de origen volcánico y otras  ( necesitaríamos  un experto)  que son totalmente distintas a las areniscas que normalmente encontramos en Los Alcornocales.
Ofitas


 Estando en las cercanías del arroyo, me encontré a un amable pastor de ovejas. Estuvimos hablando largo rato sobre el lugar. Me indicó la existencia de una especie de canal construido con ladrillos. Posiblemente sean de alguna explotación salinera que hubo en tiempos ya lejanos..
Desde luego que abundan los restos de estos gruesos ladrillos por todos lados.

Me comentó cosas relacionadas con Peñarpá cuando él era más joven y subía con su ganado hasta lo más alto. Me indicó la existencia de grutas profundas. Más de una vez entró en ellas buscando algún atrevido chivo, perdido en su interior. Otras veces  lo intentó junto a unos amigos. Pero el temor a lo desconocido les hacía salir al poco tiempo.
También me refirió la existencia, en lo más alto, de una roca en forma de silla  y a la que llamaba "la silla del moro" ( es curioso que no es el único lugar donde todo lo antiguo se relaciona con los moros).
Nos despedimos y cada uno siguió con su tarea.
Después de unos cientos de metros caminando por la cuesta, me salí de la cañada. Gateé por debajo de unas alambradas (luego descubrí una angarilla) y en poco tiempo estaba al pie del risco. Allí me encontré a unos cazadores y a sus nerviosos manetos. 
Fui bordeando la peña por su parte norte, a la sombra,  siguiendo el camino que las  vacas habían marcado. Vi los primeros buitres que tomaban el sol mañanero en lo más alto de los riscos. Yo, ya llevaba un buen rato disfrutando con el paisaje, con el buen día que hacía y con lo que me iba encontrando. Aunque es bueno estar acompañado, tampoco es malo, a veces, la posibilidad de caminar solitario y de hablar con uno mismo (¡c. estoy filosofando! ).En fin, cosas de la edad.


En esta zona me llamó la atención un arbusto que empezaba a echar sus flores, se trata de Anagyris foetida (clique). Es una leguminosa tóxica, que se utilizaba en otros tiempos para envenenar las puntas de flechas, entre otras cosas. Aquí abundan. Pueden tener alguna relación con el carácter militar de este lugar.


 Ranúnculos y helechos en las zonas más umbrías


Continué bordeando el peñasco hasta llegar a la zona más soleada. Era la zona preferida de los buitres  y  ruidosas grajillas.


   



En esta oquedad, las palomas han encontrado un buen refugio. Habían numerosos nidos.
Aquí, al solecito, me tomé un tentempié, antes de buscar el lugar adecuado para subir.
 Y tuve suerte, lo encontré rápido. Divisé lo que parecían restos de una construcción. Aparecían piedras de unos supuestos muros.
restos cerámicos

 Restos de ladrillos
 y un buen ejemplar de ofita
 Restos de la torre. Lo más seguro es que se trate de una construcción árabe, pero algunos se han atrevido a comentar que pudo ser otra Turris Hannibalis de menor importancia que la de Lascuta (clique) con la que mantiene contacto visual y ubicada a menos de 3 km de distancia en línea recta.





Llegué más rápidamente de lo que me esperaba. Y me topé directamente con la piedra de molino que era uno de los objetivos.
 Este lugar, también ha sido una cantera de piedras de molino (tipo jabaluna). 

Además, aún pueden verse los huecos desde donde se extrajeron meticulosamente las ruedas e incluso otras a medio sacar.
Valle del río Álamo
El castillo de Torrestrella, tirando de zoom

 Cruce de cañadas: Mantiagana y del Bodegón
Restos de la torre


A la derecha, la Mesa del Esparragal

Valle del río Álamo
Después de un buen rato en lo más alto decidí bajar por la umbría. 
 Y volví a encontrarme con restos de piedras de molino sin terminar.

La larguísima loma del fondo pertenece a la Sierra de las Cabras

El Picacho

Anagyris
Babosa negra o Arion cf. ater 
Para los botánicos, este es un lugar singular por la presencia en su seno de una planta  incluida en el Libro Rojo de la Flora Vascular Amenazada de España, la Silene gazulensis. (clique).

Para los curiosos de la geología diremos que hay referencias a estos lugares. Asì , el gaditano, de padre escocés, Mac Pherson comenta, en su libro BOSQUEJO GEOLÓGICO DE LA PROVINCIA DE CÁDIZ (1872), además de las características geológicas, sobre unos curiosos volcanes de fango.

«Al pié de la Peña Arpada entre Paterna y Alcalá de los Gazules, es el único otro punto de la Provincia en donde también he visto estas salsas bien caracterizadas.

En este sitio como á doscientos ó trescientos metros del apuntamiento de ofota que sale á la  luz del pié de esta roca, observé en Mayo de 1870 un pequeño volcán de fango, notable por lo perfectamente regular de su forma.

Este cono truncado tenía unos dos metros de elevación por unos tres ó cuatro de diámetro en su base, y estaba formado por un finísimo barro.

En la parte superior había un pequeño charco de agua del que se desprendían abundantes burbujas de gases con fuerte olor de hidrógeno sulfurado. Era tanta la sal que el agua contenía, tan grande el estado de concentración en que estaba, que á la sazón cristalizaba por los lados del cono y por ciertos sitios parecía éste un montón de nieve.

Estas emanaciones gaseosas acompañadas de fango son frecuentes, pero en lo general no forman conos, y ocurren en el fondo de los arroyos.»