sábado, 25 de marzo de 2023

Castro vetón de Las Cogotas


El Barco de Ävila


Hemos pernoctado en El Barco de Ávila y desde allí iniciamos la ruta en coche en dirección a Ávila capital.


Puerto de Villatoro

Paramos en Ávila en un magnífico mirador conocido como Los Cuatro Postes. Las famosas murallas quedan a la vista.


           


         

Después de un buen rato, continuamos nuestra ruta por la AV-804 con la intención de visitar el castro de Las Gogotas.


Las Cogotas es un poblado amurallado de la Edad del Hierro que se encuentra a unos 6 km al suroeste de la localidad de Cardeñosa, junto al río Adaja, en el extremo de la estribación más oriental de la sierra de Ávila y con una cota máxima de 1.156 m.


Pronto llegamos a un embalse


Embalse del Castro de las Cogotas






Otra parada en este entorno granítico








Estos simpáticos perrillos nos acompañaron en nuestra visita al castro.

Ocupa una pequeña elevación natural del terreno, con dos llamativos berrocales de granito redondeados, a los que debe el nombre

El poblado consta de dos recintos fortificados, uno alto o acrópolis y otro bajo considerado como encerradero de ganados, con tres entradas en cada uno de ellosmás compleja y elaborada la principal del recinto superior.



Los vetones (lat. vettones) eran un pueblo prerromano de cultura celta que habitaba el oeste de la Península Ibérica. Su asentamiento se produjo entre los ríos Duero y Tajo, principalmente en el territorio de las actuales provincias de Salamanca, Cáceres, Ávila, Zamora y Toledo.


 Aunque el poblado fortificado pertenece a la Edad del Hierro, algunos materiales de la acrópolis indican una ocupación previa a finales de la Edad del Bronce.


Acceso principal al primer recinto  (ss. V-II a. C.)

El primer recinto contó con tres entradas: Una en la pendiente Este, actualmente desaparecida; otra en el frente NE  que, elaborada en embudo, queda protegida por dos bastiones y la entendida como principal que es la más compleja y elaborada, con los extremos de la muralla rematados por sendos bastiones proyectados hacia el exterior para una mejor defensa frontal. Desarrolla un pasillo de 21 m. de longitud y una anchura de entre 4,50 y 3,40 m.


La muralla es de mampostería de granito, se adapta a la topografía buscando los canchales y presenta en el sector norte, el de más fácil acceso, una serie de engrosamientos a modo de bastiones 




Este castro que hemos visitado quizás sea el más emblemático de los castros vettones, pues por sí solo ha definido durante mucho tiempo lo que fue la Edad del Hierro en la Meseta occidental española. Y el más conocido de antiguopues ya se habla de él en 1876 ( de esa época es el famoso verraco o jabalí de piedra hallado a la entrada del poblado  y situado actualmente en una plaza de Ávilatrozos de otras esculturas de granito que parecían toros así como diversos objetos de piedra, metal, barro, hueso, monedas e inscripciones). 

El verraco


La mejor muestra de urbanismo, ya del s.III a. C., es la expresada por las viviendas escalonadas adosadas al paramento interior de la muralla, a ambos lados de la puerta principal.


Son de planta rectangular,  disponiéndose en posición perpendicular a la muralla  y ocupando cada una un bancal.


Para salvar el desnivel hubo de abancalarse artificialmente la ladera, creando zonas aterrazadas.
 

El poblado tiene seis puertas, tal vez hubo alguna más no identificada, y la principal en el lienzo septentrional tiene forma de embudo para mejorar la defensa.





El poblado de finales de la Edad del Bronce que ocupó una parte del yacimiento de Las Cogotas nos resulta desconocido, las excavaciones antiguas sólo documentaron las cerámicas con decoración excisa y de boquique y un hacha plana de bronce que debieron estar en pequeñas chozas o cabañas que no se han identificado. 


Las viviendas excavadas sólo resultan identificables aquellas que se adosaron a la muralla junto a la puerta principal y alguna que aprovechó afloramientos de granito


                     Bancos corridos de mampostería se adosarían a alguna de sus paredes.











Tras algunos siglos de desocupación, en la Segunda Edad del Hierro  se levantaron los dos recintos amurallados que hoy se ven. El superior o acrópolis ocupa la cumbre en torno a las dos crestas graníticas y el inferior se extiende hacia el Este y el Sur aprovechando una plataforma con poca pendiente.













Una de las puertas situada en lo más alto del cerro.












Ofrece un doble recinto amurallado, el interior reforzado con bastiones de gran espesor







Otro dato novedoso  ha sido la localización en el sector meridional del segundo recinto de una zona de servicios colectivos e industriales que incluyó, al menos, un importante alfar o taller destinado a la elaboración de productos cerámicos y un gran basurero de hasta 3 m de potencia estratigráfica.








Restos de una piedra de molino





El recinto interior protegía una serie de casas de medianiles comunes apoyadas en la muralla, que debieron corresponder a las elites del poblado.



Al exterior se conservan restos de una línea de piedras hincadas para dificultar el ataque.



Estos campos de piedras hincadas dificultaban el ataque a la muralla.


Consisten en series de piedras cortadas en ángulos agudos e hincadas en el suelo, del que, muy próximos entre sí y con intencionado desorden, sobresalían 0,50-1,00 m. 



Quedaban libres de obstáculos las calzadas que embocaban los accesos al castro.


Con una anchura de 60 m. Alcanzan la propia base de la muralla.


 Se colocaban en las zonas más vulnerables.







El campo de hincos delante de la muralla





Emplazada 240 m. al norte del castro, responde al modelo seguido en el mundo vettón: localización frente a las puertas de los poblados; intervisibilidad respecto al poblado; y ordenación del espacio interno funerario en áreas individualizadas y separadas por espacios estériles.

Juan Cabré excavó 1613 tumbas de incineración, repartidas en cuatro áreas relacionadas con los clanes, Muchas de ellas quedan significadas al exterior mediante toscas estelas de granito.


                                              El pueblo vettón incineraba a sus difuntos. 


Las cenizas se depositaban en una urna cerámica o directamente en el hoyo excavado en el suelo.
Junto a las cenizas se disponía el ajuar, constituido por elementos de uso cotidiano o de prestigio social.




En el espacio que media entre la necrópolis y el castro, en una zona de lanchares, se hallaron cenizas, restos calcinados de huesos y escorias de metal.






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