martes, 13 de julio de 2010

Subida al Hacho de Gaucín

Gaucín es un bellísimo pueblo malagueño situado en la ruta de Jimena a Ronda. Desde luego que recomiendo este viaje a todo el mundo por la belleza de sus pueblos y paisajes.
Caminete de Luna ya realizó esta salida no hace mucho tiempo. Yo no pude asistir, y claro, me quedé con las ganas. Más todavía después de ver las fotos en la jornada de convivencia. Así que, en cuanto he podido, me he escapado hacia allí.
El Hacho de Gaucín desde Jimena
Hacho es un término que en Geografía se refiere a un lugar elevado, cercano a la costa, desde donde se descubre bien el mar y en el cual  solían hacerse señales con fuego. Cuando subimos, comprobamos que si bien el mar no se ve directamente si puede contemplarse Gibraltar perfectamente. Cualquier señal sería posible de distinguir. Es un lugar desde el que se dominan perfectamente los valles del Genal y del Guadiaro; los montes de Cortes y Jimena, incluso las cimas más elevadas de Grazalema.
Le propuse la salida (un poco loca, por los días de calor que están haciendo) a mi amigo Contreras, que por supuesto no puso ninguna pega. Decidimos que sería el sábado, un día antes de la gran final futbolera. Pero claro, teníamos que salir muy temprano de Jimena para evitar las horas de calor. Lo hicimos pasadas las 6´00 horas de la mañana. A las 7  estábamos en la gasolinera de Gaucín, que es el punto de partida de la ruta.





En muchas calles podemos observar estas simpáticas salamandras coloreadas de una  y mil  formas.
Encontramos a ésta al inicio de nuestro  paseo.
Con las luces del pueblo todavía encendidas iniciamos la caminata. En una primera parte no hay problemas, en cuanto al firme. Eso si, no hay tregua en la subida, que es continua. A cada paso que damos la dificultad crece.
Yo me paro a contemplar lo que nos rodea y veo al pueblo, todavía dormitando bajo su castillo; la sierra de Casares, envuelta en la bruma mañanera; el Genal en un discurrir, ya placentero, por su valle... Y a todo esto la luz, que pugna por salir tras los gigantes que le impiden su paso.





Pasamos por un pequeño eucaliptal  (a mi me gusta llamarlo calistral desde que lo aprendí en  tierras chiclaneras) con el zumbido de la abejas en su inagotable tarea de recolección de polen. Y a continuación, un tramo bordeado de almendros.

A partir de aquí tenemos que seguir los pasos de las cabras. El camino se pierde y tenemos que seguir como buenamente podemos. La vegetación se espesa y sobre todo de todo tipo de plantas con pinchos ( en Galicia creo que las llaman  asientos de monjas). Terminé con mis piernas cosidas a pinchazos.




En esta zona sirve de guía y agarradero una alambrada. Casi gateando llegamos a una zona de rocas que nos sirven como otero y como primer descanso.
No hacía la menor brisa que pudiera aliviarnos el calor que ya empezábamos a sentir a pesar de la hora tempranera.














Contreras, que hacía de guía, en la primera parada, hincó su banderín en la dura roca y de su mochila-nevera sacó unas exquisitas ciruelas. 
El calor apretaba y todavía quedaba un empinado camino hacía la cima. 






Segunda parada

Desde aquí ya quedaba poco para llegar a nuestro destino. Recibimos en este momento la llamada de nuestro amigo Currini que se había arrepentido de no haber venido con nosotros. Otra vez será, seguro.

Esperé un poco a que Juan Manuel reiniciara la marcha para sacar esta instantánea del tramo final.
¡Por fin, llegamos!
No hace falta decir de las vistas que disfrutamos.

Jimena y San Pablo de Buceite
Cumbres de Grazalema
Estación de Gaucín


Encinas en la cumbre
Repusimos fuerzas en la cumbre y al mismo tiempo disfrutamos del paisaje. No soplaba la más mínima brisa y el calor apretaba en firme. Decidimos volver, pero lo hicimos por la vertiente contraria buscando la sombra. Al principio el terreno no estaba muy complicado pero poco a poco aquello se fue poniendo cada vez más feo (los caminos de cabra se perdieron) y nos convertimos en cabras, pero montesas, que son más locas y habilidosas para caminar por estos terrenos (desde ahora esta vía la hemos bautizado como Contreras-Pacovera).
Atravesamos por una zona de encinas, pinos, lentiscos, esparto,... y terminamos al borde de una cantera, cercana a la carretera.
Antes del final cogimos un poco de orégano negro y poleo.
Una alambrada nos impedía el paso, pero entre unas adelfas encontramos una angarilla y saltamos a la carretera muy cercanos al cruce. Nos quedaban todavía dos calurosos kilómetros hasta el pueblo.Serían las 11 de la mañana, más o menos.

Y tuvimos el premio de una maravillosa fuente cercana a la carretera.
Continuamos nuestro camino hacia uno de los miradores situados al borde de la carretera. Nuestra intención era descansar bajo la apacible sombra de unos castaños de Indias.  Allí entablamos conversación con un caravanista que después de una larga  conversación, en la que arreglamos el mundo, nos invitó a un café.



Con la visión del Hacho abandonamos este bonito pueblo. En media hora estábamos en Jimena.















 Nos fuimos directos al mesón de Ana. Allí dimos cuenta de un clásico de filetitos con huevos  y  patatas fritas.  Y unas cervecitas.

Desde aquí quiero saludar a las guapísimas y simpáticas camareras que con tanta amabilidad nos atendieron.








No quiero terminar sin hacer mención a la flora del lugar. Ya quedan pocas en flor. Pero algo puede fotografiar. Desde luego que la próxima primavera tengo que volver a estos lugares.

clavellina silvestre


orégano negro
silene

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