Conocía a este grupo a través de su blog. Habíamos intercambiado algunos mensajes vía internet. Y yo, aprovechando que organizaban esta salida, decidí acompañarlos.
Me acompañaba Edwin, que parecía dispuesto a subir cuestas.
Desayunamos, en una de las ventas que hay en La Barca de Vejer, con la intención de coger fuerzas para, más tarde, subir al pueblo por un antiguo camino empedrado (cercano a la Venta Infante).
Esta zona, encajonada junto al río Guadalete, siempre tiene un verdor distinto. Parece que estamos en otro lugar más propio del Norte.
Hace unos años (un "puñao"), siendo un niño, siempre viajábamos en el Comes. Aquí siempre tenía una parada. Aprovechábamos para tomarnos un bocadillo de lomo. La venta, en aquellos tiempos, era muy modesta, lejos de los lujos de hoy.
Eché de menos una enorme araucaria, cercana al río y al puente, que con sus largas ramas ocupaba gran parte de la explanada.
Yo la tengo fotografiada. La buscaré en la caja de zapatos del disco duro. La colocaré aquí si la encuentro.
Las que sí continúan con sus gritos son las grajillas. Revoloteando sin parar por el roquedo.
El camino que yo recordaba estaba empedrado. Ahora, han colocado un alcantarillado y lo han cubierto de cemento. Una pena, porque ha perdido el encanto que tenía antes. Lo único bueno es que las aguas sucias, que antes corrían al aire libre, ahora han desaparecido bajo tierra. En fin, otra cosa para el recuerdo. Ya podían haberlo hecho, guardando algún parecido al original.
Encontramos una espesa vegetación. Toda la ladera está cubierta de pinos y, por el borde del camino, numerosas higueras (llegamos a tiempo de poder degustar unos exquisitos higos).
Por aquí, sudamos la gota gorda debido a lo empinado del camino. Mucha alegría nos dio cuando vimos las primeras casas.
Este es el final del camino. Aquí conserva su empedrado.
Callejeamos buscando La Corredera
El recinto amurallado poseía varias entradas.
Estuvimos callejeando durante un buen tiempo.
Disfrutando de rincones verdaderamente bellos, vestigios de otros tiempos.
Esta es la casa y torre denominadas del Mayorazgo
Otro objetivo era visitar esos molinos de viento, tan típicos de Vejer. Ahora son un verdadero museo etnográfico.
Son distintos que los manchegos. Fueron copiados de los molinos cartageneros, un poco más achaparrados.
Estos fueron construidos a mediados del siglo XIX.
Desde aquí volvimos nuestros pasos,por la calle de La Cuesta de San Miguel, hacia La Corredera y a la salida de Vejer, cercana a la parada del autobús. Ahora, el siguiente objetivo son los molinos de agua de Santa Lucía. Nos salimos de la carretera y tomamos una bonita y ensombrada vereda. Aquí se conoce como Vereda de los Valientes. Conecta con una cañada que lleva directamente a la zona de los molinos.
SANTA LUCIA
El lugar que encontramos, es un verdadero vergel. El agua corre, desbordada, por la ladera del cerro, coloreando de verde todo el entorno.
Aquí, desde tiempos de los romanos, el agua ha sido domesticada por una serie de obras hidráulicas. Acueductos, canales y molinos permanecen como vestigios del dominio del medio, por parte del hombre.
El acueducto y las atarjeas
Aquí descansamos de la caminata y repusimos fuerzas. No pudimos encontrar un lugar más adecuado.
A partir de aquí nos separamos del grupo (volvimos a La Barca). Durante el trayecto el agua continuó acompañándonos.
Culantrillo
Palmera afectada por el picudo rojo
Cola de caballo
Desde aquí un saludo a J.M. Oneto, por su amabilidad, y a los demás componentes de DRUTA-
No hay comentarios:
Publicar un comentario